Me pide mi
audiófilo/melómano amigo
Ramón que le recomiende discos de
Jazz instrumental para iniciarse. Con esta perfecta excusa, y para no meter aquí un mega-post de 200 páginas que no leería nadie y que, además, al ritmo que voy, no lo publicaría nunca, voy a inaugurar una serie de artículos en que iré hablando en cada uno de un artista diferente de los que más me gustan. Aparte de
Jazz instrumental, evidentemente hablaré también de
Jazz Vocal (lo siento Ramón, no sólo de
Ópera vive el hombre), porque simplemente no concibo el
Jazz (ni la vida) sin la presencia de
Billie Holiday,
Ella Fitzgerald,
Sarah Vaughan,
Frank Sinatra o
Chet Baker.
El
Jazz es una música que se desarrolló en los Estados Unidos a principios del siglo
XX. Allí y entonces se sentaron las bases del género, pero luego el
Jazz ha ido evolucionando y extendiéndose por todo el mundo, hasta el punto que ha pasado como con la cerveza o el vino: puedes encontrar productos y variantes locales en casi todo el mundo. El más relevante, fuera del
Jazz americano, probablemente sea el
Jazz Latino, en sus dos variantes más importantes: el
Jazz cubano y el
Jazz brasileño. Luego está el
Jazz-
Rock, el Flamenco-
Jazz, el... pero aquí ya entramos en el pantanoso tema de las fusiones. ¿Dónde empieza una cosa y acaba otra? Yo, en esto, me apunto al argumento del
Sr.
Duke Ellington:
"Para mi, hay dos clases de música: la buena y la mala".
Por eso mismo, porque no creo en las etiquetas, voy a recomendar ARTISTAS. Intentaré ubicar lo que recomiende dentro de los estilos más comúnmente aceptados sólo a modo de orientación para el neófito.
El
Jazz es un arte singular, porque es el arte de la improvisación. Asistir a un concierto de
Jazz en directo es asistir a un acto único e irrepetible. Sólo un músico que domine completamente su instrumento puede hacer
Jazz. Sólo un músico que domine completamente el arte de hacer canciones, puede aventurarse en el arte de improvisar sobre ellas.
Una apreciación muy importante (creo yo):
El Jazz, como todo arte, hay que disfrutarlo por lo que es. Dejarse llevar y saborearlo sin pretender comprenderlo a fondo. No me sirve que alguien diga "no me gusta el
Jazz porque no lo entiendo". Cualquier forma de arte que requiera estudios superiores para que nos llegue, es un arte condenado a la desaparición. La evolución de las especies nos ha enseñado que no sobreviven los más fuertes o los más especializados, sino los que mejor se adaptan al medio y a sus cambios. De nada servirá el genio o la excelencia de un músico o un estilo si no logra perdurar en el tiempo mediante la aceptación de, al menos, un núcleo duro de aficionados.
Por tanto, el
Jazz ha de gustarnos y apreciarlo aunque no lo entendamos completamente. Otra cosa es que, a medida que profundicemos y lo comprendamos más a fondo, nos volvamos más exigentes y vayamos puliendo nuestro gusto y afinando nuestras preferencias. Puesto de otro modo, está bien saber si un vino es
afrutado, o ácido, o tiene tintes de frambuesa o de mora, pero yo creo que es aún mejor saborearlo y disfrutarlo sin más.
Lo mejor del placer es abandonarse a él, no intentar verbalizarlo.
Por último, me apunto otra frase que me encanta del gran
Duke Ellington para distinguir si una música es buena o mala:
"Si suena bien, ES bueno".